Luna Nueva para crear Vacío. No ese vacío por el que nos hemos vertido, perdiéndonos dentro del pasado. Es un Vacío en el que entran cosas nuevas.
Luna Nueva para abrir la Mente, no para que entre nada que aún no conseguimos comprender, sino para que salga todo y poder empezar de nuevo.
Luna Nueva para sentir Vergüenza. No la misma vergüenza que sentimos por juzgarnos, inseguros. Es la Vergüenza de encontrarnos desnudos frente a Uno mismo. Es la Vergüenza de aceptarnos imperfectos, la Vergüenza que disfrutamos al abrir nuestra alma; un punto de apoyo para mover el Mundo.
Luna Nueva para abrir los ojos en la oscuridad y ver la Luz que, en nuestro interior, nos guía hacia la desconocida Verdad en que se bañan todas las cosas a las que pertenecemos y todas las cosas que nos pertenecen.
Luna Nueva para abrir las Manos con las que nos aferramos a aquello que creemos que es importante, que en realidad nos ancla. Luna Nueva para estar preparado para recibir lo que realmente nos corresponde.
Luna nueva para derribar la Torre que hemos construído desde dentro, esa fortaleza que pensábamos nos protegería, ese muro que en realidad nos limita el crecimiento. Luna Nueva para derribar la Torre, desde la azotea hasta los cimientos, y que brote la esencia de nosotros mismos.
Luna nueva para sentirnos Corazones libres, inocentes, puros. Vulnerables y al mismo tiempo perdurables, pues en nuestra fragilidad se haya nuestra misma fuerza. Luna Nueva para ser Amor.
Luna Nueva, yo te invoco: llévame todo, deja solo el Ser que habito y la Esperanza.
Tejiendo sueños con palabras.
lunes, 23 de enero de 2012
viernes, 13 de enero de 2012
EL BOSQUE BAJO EL MAR
Una mañana bastante extraña, Claudia se despertó. Como todas las mañanas, miró a su alrededor: la ventana de su habitación, su réplica de un cuado de Dalí, su cama, ella misma dentro de la misma cama...
Como todas las mañanas, tras una placentera lucha contra el sueño, se levantó; abrió la puerta de la habitación y atravesó el largo pasillo que dividía su casa. Entró al baño, se quitó el pijama y se sentó en la taza para mear, produciendo un sonido una octava más alta de lo habitual. Aquello casi extrañó a Claudia, pero como aún estaba medio dormida no le dio importancia, así que cuando ya estaba bajo el agua caliente que salía de la ducha ya había olvidado esa curiosa rareza.
Después de un cuarto de hora de ducha caliente, Claudia cerró el grifo y salió de la ducha, mientras cogía la toalla y comenzaba a secar su cuerpo. Cruzó el baño lleno del espeso vaho y llegó frente al espejo empañado que desenfocaba su rostro en la superficie de cristal. Como todas las mañanas, con su mano izquierda se desprendió de la toalla que abrazaba su cuerpo, dejándola caer al suelo, mientras con la mano derecha limpió el espejo empañado.
En ese momento, Claudia fijó sus ojos en sus ojos y entró en un estado mezcla de aturdimiento y un miedo que no sabía de donde venía, hasta que se dio cuenta de que al levantarse esa mañana sus ojos eran de un verde frondoso en lugar del azul oceánico de siempre. Se miró el ojo izquierdo, luego el derecho, y ya no había duda: el color verde de sus ojos había mutado aquella noche.
Paralizada por la incertidumbre, no se le ocurrió otra forma de buscar una explicación que bucear en los sueños que había tenido esa noche... pero no pudo recordar ninguno.
Cuando, aún dentro de esa sensación que hacía a todo dar vueltas, iba a la cocina, sonó el teléfono. Claudia dejó que sonara mientras esperaba a que cesara aquel ruido que le molestaba. No sabía quién le llamaba, pero fuera quien fuera, Claudia no habría sabido qué contestar, ni qué decir. Mientras el ring seguía sonando, Claudia se acordó de George Orwell, y de Brad Pitt en Entrevista con el vampiro: "¡Louis, Louis...!"
Después de perderse durante media hora en ensoñaciones, Claudia volvió a su cocina, se sirvió el café, desayunó y reanudó sus tareas como todas las mañanas, como si aquella mañana no hubiera visto sus ojos verdes en aquel espejo.
Aquella mañana Claudia llegó media hora tarde al trabajo.
Como todas las mañanas, tras una placentera lucha contra el sueño, se levantó; abrió la puerta de la habitación y atravesó el largo pasillo que dividía su casa. Entró al baño, se quitó el pijama y se sentó en la taza para mear, produciendo un sonido una octava más alta de lo habitual. Aquello casi extrañó a Claudia, pero como aún estaba medio dormida no le dio importancia, así que cuando ya estaba bajo el agua caliente que salía de la ducha ya había olvidado esa curiosa rareza.
Después de un cuarto de hora de ducha caliente, Claudia cerró el grifo y salió de la ducha, mientras cogía la toalla y comenzaba a secar su cuerpo. Cruzó el baño lleno del espeso vaho y llegó frente al espejo empañado que desenfocaba su rostro en la superficie de cristal. Como todas las mañanas, con su mano izquierda se desprendió de la toalla que abrazaba su cuerpo, dejándola caer al suelo, mientras con la mano derecha limpió el espejo empañado.
En ese momento, Claudia fijó sus ojos en sus ojos y entró en un estado mezcla de aturdimiento y un miedo que no sabía de donde venía, hasta que se dio cuenta de que al levantarse esa mañana sus ojos eran de un verde frondoso en lugar del azul oceánico de siempre. Se miró el ojo izquierdo, luego el derecho, y ya no había duda: el color verde de sus ojos había mutado aquella noche.
Paralizada por la incertidumbre, no se le ocurrió otra forma de buscar una explicación que bucear en los sueños que había tenido esa noche... pero no pudo recordar ninguno.
Cuando, aún dentro de esa sensación que hacía a todo dar vueltas, iba a la cocina, sonó el teléfono. Claudia dejó que sonara mientras esperaba a que cesara aquel ruido que le molestaba. No sabía quién le llamaba, pero fuera quien fuera, Claudia no habría sabido qué contestar, ni qué decir. Mientras el ring seguía sonando, Claudia se acordó de George Orwell, y de Brad Pitt en Entrevista con el vampiro: "¡Louis, Louis...!"
Después de perderse durante media hora en ensoñaciones, Claudia volvió a su cocina, se sirvió el café, desayunó y reanudó sus tareas como todas las mañanas, como si aquella mañana no hubiera visto sus ojos verdes en aquel espejo.
Aquella mañana Claudia llegó media hora tarde al trabajo.
martes, 10 de enero de 2012
EL CÉLEBRE PSIQUIATRA
Un experimentado periodista le preguntó a un célebre psiquiatra:
- ¿Cree usted en la reencarnación?
- Que esa posibilidad sea real me parecería tan raro como el hecho de estar en este mundo.
- ¿Cree usted en la reencarnación?
- Que esa posibilidad sea real me parecería tan raro como el hecho de estar en este mundo.
ALGUNOS FINALES Y ALGUNOS COMIENZOS
Hay cosas que terminan sin saber por qué. Mi humilde opinión es que la mayoría de las cosas valiosas e interesantes necesitan, al menos, una buena razón para terminar. Así que si después de darle vueltas en la cabeza sigues sin saber por qué ha terminó, quizás no fuese una pérdida muy importante después de todo.
Hay cosas que comienzan sin saber por qué. Van creciendo (poco a poco, o mucho a mucho), van girando en la espiral y pueden llegar a convertirse en su eje. Transforman los colores y el tacto de las cosas. Provocan sonrisas inesperadas, a veces grandes carcajadas que parecen exageradas, pero no lo son. Abren caminos diferentes, excitantes, sinceros. A medida que te adentras y avanzas por esos caminos (si es que te atreves) empiezas a vislumbrar el porqué del comienzo.
Hay cosas que comienzan sin saber por qué. Van creciendo (poco a poco, o mucho a mucho), van girando en la espiral y pueden llegar a convertirse en su eje. Transforman los colores y el tacto de las cosas. Provocan sonrisas inesperadas, a veces grandes carcajadas que parecen exageradas, pero no lo son. Abren caminos diferentes, excitantes, sinceros. A medida que te adentras y avanzas por esos caminos (si es que te atreves) empiezas a vislumbrar el porqué del comienzo.
PASEO POR EL VACÍO
En el vacío se encuentran un montón de cosas que la mayoría de nosotros no sospechamos. Es una suerte de vertedero vivo donde podemos encontrar lo que la gente ha desechado: promesas incumplidas, nombres olvidados, los besos a deber, recuerdos olvidados, algunos arrepentimientos, sueños abandonados, miradas que miran al pasado sin recordar que el pasadoes un recuerdo que muy poco tiene que ver con la realidad (pasada).
De vez en cuando me doy un paseo por allí, aunque nunca sé cómo he llegado. Soy curioso y miro todo lo que puedo, lo toco, lo huelo... pero nunca cojo nada, no me gustaría llevarme algo. Simplemente observo los instantes que han perdido su sentido, si es que alguna vez lo tuvieron.
Es un paseo realmente estimulante y además puedes aprender algunas cosas. Por ejemplo, que los miedos no se pierden realmente. Lo sé porque en este inmenso vertedero hay poquísimos, casi ninguno.
De vez en cuando me doy un paseo por allí, aunque nunca sé cómo he llegado. Soy curioso y miro todo lo que puedo, lo toco, lo huelo... pero nunca cojo nada, no me gustaría llevarme algo. Simplemente observo los instantes que han perdido su sentido, si es que alguna vez lo tuvieron.
Es un paseo realmente estimulante y además puedes aprender algunas cosas. Por ejemplo, que los miedos no se pierden realmente. Lo sé porque en este inmenso vertedero hay poquísimos, casi ninguno.
FRASES BREVES
Los humanos de este lado nos tomamos la vida con muy poca naturalidad.
El tiempo es un efecto secundario de la vida.
Recorrer la distancia no es recorrer el camino.
La velocidad y la paciencia no tienen nada que ver.
El tiempo es un efecto secundario de la vida.
Recorrer la distancia no es recorrer el camino.
La velocidad y la paciencia no tienen nada que ver.
lunes, 9 de enero de 2012
EN EL MAR
Entras en el mar y no puedes salir. Luchas con la mar y no puedes salir. Piensas en salir y no puedes salir. Piensas que la marea te está arrastrando mar adentro y es la Luna la que realmente tira de ti.
Piensas, y pensar es tan solo resolver ecuaciones, trasladar algo desde unas coordenadas hasta otras coordenadas a través de una función determinada. Cualquier máquina puede pensar, sí, si está programada para ello.
Pero ahora estás en la mar y no puedes salir. Tienes miedo, así que sientes tu angustia atrapada dentro de tu cuerpo. Tienes miedo, así que sientes tu cuerpo atrapado dentro del mar. Tienes miedo, así que sientes la mar desde dentro; sientes cómo la mar está atrapada dentro de las fuerzas de atracción gravitatorias de la Tierra y de la Luna, sientes el miedo del mar y su angustia.
Entonces te das cuenta que no es el mar lo que te atrapa, ni la Luna. Vives atrapado en tu propio sueño sin saber despertar.
Piensas, y pensar es tan solo resolver ecuaciones, trasladar algo desde unas coordenadas hasta otras coordenadas a través de una función determinada. Cualquier máquina puede pensar, sí, si está programada para ello.
Pero ahora estás en la mar y no puedes salir. Tienes miedo, así que sientes tu angustia atrapada dentro de tu cuerpo. Tienes miedo, así que sientes tu cuerpo atrapado dentro del mar. Tienes miedo, así que sientes la mar desde dentro; sientes cómo la mar está atrapada dentro de las fuerzas de atracción gravitatorias de la Tierra y de la Luna, sientes el miedo del mar y su angustia.
Entonces te das cuenta que no es el mar lo que te atrapa, ni la Luna. Vives atrapado en tu propio sueño sin saber despertar.
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